PREGUNTA: Dicen que tus manos curan, que hacen milagros, incluso con personas desahuciadas por la medicina oficial…
RESPUESTA: Milagros no hago. Es más, no me gusta este término porque crea una falsa expectativa que no es nada positiva en mi trabajo. Es cierto que mis manos curan, pero no todo es curable. Parto de la base de que la enfermedad tiene su origen en los bloqueos emocionales. Lo primero que hay que hacer es detectar estos bloqueos, entenderlos y deshacerlos. Entonces ocurre la sanación. Pero no siempre será definitiva si el paciente no es consciente de este proceso. El paciente tiene un trabajo que hacer: rectificar la actitud que ha provocado el bloqueo y entonces ocurre la sanación. Hace falta sinergia entre el paciente y el terapeuta. Mis manos permiten una sanación en el campo energético y facilitan de esta manera al paciente su recuperación. Es un trabajo de dos. Mi trabajo consiste en guiar al paciente, darle las herramientas necesarias, enseñarle a utilizarlas y sobre todo a confiar en que va a lograrlo porque si uno quiere, uno puede. Por último, personas desahuciadas he tenido en mi camino de sanación. Unos han conseguido salir y otros no. Hay factores en los cuales puedo influenciar y otros no. Si el paciente tiene ganas de sanar, la paciencia necesaria para aplicar las herramientas confía en mí como guía y es su camino salir de su estado, entonces sí que existe esta sanación. El milagro es este. Si uno quiere, puede.
P: ¿Dónde aprendiste a sanar y qué tipo de herramientas utilizas?
R: Soy autodidacta. Aprendí a utilizar mis manos a la edad de 12 años. Tenía una enfermedad degenerativa en las rodillas que me causaba muchos dolores. Recibí la visita de “seres de luz”, como me gusta llamarlos, y me enseñaron cómo calmar mis dolores. Me enseñaron a tocar ciertos puntos de mi cuerpo, que después descubrí que eran puntos de digitopuntura. Me enseñaron a poner mis manos en diferentes partes de mi cuerpo, que después supe que eran chacras. También aprendí a colocar mis manos en diferentes alturas sobre mi cuerpo, después supe que estaba trabajando con las diferentes capas del aura. Me enseñaron a reconectar diferentes partes de mi cuerpo, esto coincide con los meridianos. Así fue como empecé a trabajar cuando era solo una niña. Años después me dijeron que utilizara las Flores de Bach, me enseñaron como hacer el diagnóstico y como aplicarlas. En mi camino encontré un canalizador de cuarzo blanco. Sentí la necesidad de experimentar y descubrí el poderoso poder de las piedras. También aprendí técnicas de masaje corporal. Fui utilizando todas esas herramientas a lo largo de mi vida. Pero me di cuenta de que algo fallaba. Obtenía la sanación, pero el paciente en la mayoría de los casos volvía a recaer. No entendía por qué. Les pregunté a mis seres de luz y me dijeron que tenía que trabajar el último campo, el mental. Empecé a informarme más sobre cómo funciona la mente. Aprendí crecimiento personal. Lo empecé a aplicar a mis pacientes y el resultado fue excepcional. Había aprendido a equilibrar los cuatro campos, el mental, emocional, físico y espiritual. La técnica de terapia regresiva me llamó mucho la atención y la incorporé a mi arsenal terapéutico. Descubrí que el bloqueo emocional no era solo provocado por la vida actual, sino por unos registros que están dentro de nosotros y que también provocan bloqueos. Algunos lo llaman Karma. Hasta el día de hoy sigo utilizando estas técnicas para equilibrar al paciente y así lograr su sanación completa.
P: ¿Con qué tipo de pacientes trabajas?
R: De todo tipo, niños, adultos, ancianos, pero sobre todo personas que no han encontrado respuestas en la medicina oficial. Desde estados de depresión, fobias, psicopatías, en lo que se refiere al estado mental. A nivel físico, todas las dolencias en general, no tengo límites. He tenido éxito en casos de tumores, piedras en el riñón o en la vesícula, psoriasis, quistes, fibromialgia, artrosis, enfermedad de Crohn, úlceras, hernias discales, ciática… También me dedico a mejorar las relaciones sexuales y a enseñar a morir a personas mayores o en fase terminal, a acompañarlos en el proceso y mejorar su calidad de vida.
P: Pero además eres médium, canalizadora, clarividente… ¿Puedes adivinar el futuro?
R: La precognición es una capacidad innata que todos tenemos, aunque no todos la desarrollen a un nivel práctico. No soy muy amiga de las etiquetas, pero es cierto que puedo canalizar las energías, como lo hace el Reiki, para sanar equilibrando el cuerpo energético con mis manos. De la misma manera que canalizo la energía para sanar también canalizo información para guiar a mis pacientes en una dirección u otra según sus necesidades. Noto en mi propio cuerpo las dolencias de mi paciente y así puedo hacer un diagnóstico. Los seres de luz también me hablan de los problemas que tienen las personas y me guían con sus palabras para que aconseje a mis pacientes en su vida diaria. Solo soy un consejero y en ningún momento pretendo asumir la responsabilidad de sus decisiones. No me gusta la palabra “médium” por sus connotaciones. Mucha gente acude en busca de respuestas desesperadamente y esperan que les soluciones la vida. Cada uno tiene que asumir su camino y gobernar su vida, nadie puede decidir por el otro. Esto es fundamental en mí trabajo.
P: Media vida en los Alpes suizos y media vida en Tarragona. ¿De dónde te sientes?
R: Llevo 21 años viviendo en Cataluña y la verdad es que este es mi hogar. No concibo volver a Suiza. La mentalidad, el clima, todo influye un poco pero aquí me siento más libre como persona.
P: Tu novela “Déjame tus Alas” está causando gran impacto entre los lectores. ¿De dónde nace la idea de crear este relato y que pretendes trasmitir con él?
R: Es muy sencillo. Llevo años atendiendo individualmente a mis pacientes y sentí la necesidad de que la misma información llegara a otras personas. Empecé a escribir y la acabé en diez semanas. La escribí tal como sale en el libro, de un tirón. No se ha cambiado ni añadido nada. Quise hacer una novela porque mi objetivo principal era hacer llegar unas herramientas concretas, pero de una manera divertida, atrevida y amena. El lector se abre a medida que va leyendo la historia, la siente, la vibra y se siente identificado con muchas emociones reflejadas en ella. No se siente extraño, al contrario, todo le resulta muy familiar. Los tres personajes principales del libro son en realidad un reflejo de todos nosotros.
P: Tu estilo recuerda un poco a Bucay, a Coelho, incluso a Richard Bach…
R: He recibido comentarios que se referían a eso. De hecho no me extraña ya que han sido mis maestros en esta vida, he aprendido mucho de ellos y esto se debe reflejar un poco en mi estilo. Con Coelho comparto mucho la magia. “La quinta montaña” y “Verónica decide morir” son algunos de mis preferidos. De Jorge Bucay, para mí el mejor trabajo que ha hecho son sus cinco caminos, el camino de la autoindependencia, el del encuentro, el de las lágrimas, el de la felicidad y por último, el de la espiritualidad.
P: Algunos pasajes de contenido sexual en tu novela han sido muy comentados por los lectores…
R: En efecto. La sexualidad es vital en el ser humano y no podía concebir una novela sin tocar ese tema. La sexualidad sigue siendo un tabú, me lo encuentro a diario en las consultas. Todos tenemos una vida sexual más deficiente de lo que imaginamos. Podemos mejorarla hasta extremos insospechados. He querido tocar el tema de la eyaculación femenina porque sigue siendo muy desconocida. Tiene que haber una liberación en este tema y más conciencia. Las mujeres se merecen disfrutar de esta herramienta y descubrir su capacidad multiorgásmica. Las escenas sexuales son vista desde un enfoque tántrico y creativo. Mi experiencia en terapia sexual y mi creatividad han hecho el resto.
P: Por último, ¿existe la reencarnación?
R: En el momento actual de mi vida y con todos los conocimientos que he adquirido, solo puedo afirmar que existe la reencarnación. Es más, es una parte importante ya que esto da un sentido al por qué hemos nacido y por qué estamos recorriendo el camino actual. No quiero entrar en creencias religiosas, creo en la reencarnación porque lo he vivido en primera persona y con mis pacientes a través de la terapia regresiva. Esto me ha dado respuestas y me ha ayudado a solventar problemas que no se hubieran podido solucionar de otra manera. Hay una frase que he utilizado mucho en mis cursos: ”Si pierdes el miedo a morir, pierdes el miedo a vivir”.
RECUADRO BIOGRÁFICO: Martine Rast Boillat nació en Tramelan (Suiza). En 1990 se estableció en Tarragona, donde vive con sus tres hijos. Coaching en crecimiento personal, ha ayudado a lo largo de su vida a multitud de personas con problemas físicos y emocionales, tanto en su propia consulta como en centros de salud. Dotada de una inusual intuición y de una visión profunda sobre el origen de los desequilibrios emocionales, aporta a sus terapias los conocimientos más adecuados en cada caso, ya sean técnicas de visualización y relajación, PNL, terapia floral, masajes relajantes y metamórficos, terapia regresiva, curación con cuarzos…
La dilatada experiencia en el campo de la sanación energética le ha permitido crear su propia terapia, basada en la imposición de manos y otros métodos complementarios. Desde 2004, imparte talleres sobre Sexualidad, Aceptación de la muerte, Comunicación activa y Sanación con minerales, entre otros. Déjame tus alas, su primera obra, se configura como un elemento fundamental de los recursos terapéuticos activados por la autora, al alcance de todos los lectores interesados en avanzar en su crecimiento personal.
Déjame tus alas Una novela iniciática de Martine Rast
Déjame tus alas es una trepidante historia de amor, impregnada de aromas de la nueva era, que puede ser una herramienta muy útil para quienes transitan por el camino del crecimiento personal y la espiritualidad creativa. Narra dos historias aparentemente inconexas, la de Armand y la de Sedna, que al final confluyen en una sola.
Armand es un triunfador con las mujeres y en los negocios. Pero, pese a la seguridad que le brinda su vida rutinaria, no puede ocultarse a sí mismo la sensación de un inmenso vacío existencial, su gran fracaso vital.
Hasta que aparece, como caída del cielo, Natalie, que cambiará por completo su vida abriendo su visión a una nueva realidad. Y luego un misterioso Sr. Wan que enciende la luz para que Armand pueda comprender esa nueva realidad, introducirse en ella y vivirla intensamente con todos los sentidos.
Finalmente, Sedna, una lúcida joven que acaba de reencontrarse con la felicidad tras despertar de un profundo estado de coma, se cruza en su vida para colmar todas sus expectativas…
Con esta narración iniciática sobre la magia cotidiana, Martine Rast nos guía a través de un mundo desconocido, que no es más que el nuestro, para que todos seamos capaces de descubrir a nuestro Ángel de la Guarda y reconciliarnos con la vida. Allá por los años noventa, conocí a Martine Rast de la forma más casual. Se inscribió como alumna en las clases de lengua que se organizaban en el municipio. Y la impresión que me produjo fue impactante. Confieso que me causó una sensación de admiración y de complicidad a la vez.
De admiración, porque era la primera vez (y ha sido la única, en más de 30 años de docencia) que me encontraba ante una alumna tan extraordinaria. Recién llegada de su Suiza natal, llegó a superar, en dos cursos, el nivel lingüístico de la mayoría de alumnos nativos, muchos de los cuales llevaban años esforzándose en mejorar su propio idioma.
De complicidad, no sabría decir por qué. Reconozco que me turbó el ánimo. Sentí solamente que aquellos ojos verdes me fascinaban por algún motivo desconocido, y que aquella sonrisa era algo más que un gesto de cortesía. Después de aquel breve encuentro (yo estaba haciendo una sustitución como profesora), desapareció de mi vida, pero me dejó un interrogante en el alma.
Pasados unos diez años, reapareció. Nos encontramos, otra vez casualmente, a la salida de un supermercado. Me llamó, reconocí los ojos verdes y supe que algo iba a ocurrir. Me dio su tarjeta y me dijo: “Creo que nos veremos pronto”. Y volvió a desaparecer.
Yo estaba viviendo una mala temporada: muertes en la familia, moobing en el trabajo, un tumor en el pecho y problemas de toda índole me habían sumido en una profunda depresión que en aquellos momentos era incapaz de reconocer. Y ella había caído del cielo en el instante oportuno.
No tenía ni idea de que se dedicaba a la sanación. Leí la tarjeta más bien con escepticismo y no le di más importancia. Al fin y al cabo, yo había escogido recibir una educación científica y no estaba para muchas monsergas espirituales. De repente, mi estado de salud empeoró. A los pocos días, después de que el médico me confesara abiertamente que mi problema “no podía curarse con pastillas”, me encontré llamando a la puerta de su casa. Casualmente, Martine vivía en el mismo pueblecito donde yo me acababa de mudar.
El reencuentro con ella fue lo mejor que me ha acontecido en esta vida. Mi desánimo era tal, que estaba decidida a llegar al fondo. Aunque doliera. Quería saber por qué me estaban ocurriendo todas aquellas calamidades, donde había “fallado” y qué tenía que hacer para remediarlo y salir a flote. Estaba dispuesta a todo. Me encontraba tan mal, que sentía que no tenía nada que perder. Y gracias a la ayuda de Martine, me transformé. Ahora, cuando observo de lejos a aquella chica que llamó a su puerta por primera vez, no la reconozco. Es alguien muy lejano, que existió algún día pero que se desvaneció como el humo por alguna chimenea. ¿Y cómo lo hizo? De la forma más sencilla. De la forma más dulce y firme a la vez. Simplemente, me puso un espejo delante. Un espejo delante del alma. Y tuvo la paciencia, la fortaleza, el amor y el buen humor suficientes para aguantar impasible las insoportables impertinencias de mi ego herido de muerte. Desenmascarado para siempre.
Al cabo de algunos meses de terapia, el tumor desapareció, el luto encarriló su curso, los problemas laborales se solucionaron y descubrí que era capaz de escribir el libro que tenía planeado, de llevar adelante cualquier proyecto que me propusiera y, sobretodo, de amar incondicionalmente. Toda una novedad. Un universo nuevo se me aparecía delante de los ojos y dentro del corazón.
Y entonces (¡hasta entonces, mira que hay que ser cabezota!) me di cuenta de por qué Martine me era tan familiar. ¡La había estado esperando toda la vida! Siempre, en los sueños de la infancia, en los anhelos de la adolescencia, aparecía alguien definitivo que me guiaba en el incierto camino de hallar respuestas a todo aquello que no está escrito en los libros oficiales, todo aquello que los poderes fácticos ignoran o esconden, todo aquello que la ciencia institucional no puede explicar.
Me sabía de memoria el dicho de que “el maestro solo llega cuando el alumno está preparado”, pero no tomaba en cuenta las señales; estaba convencida de que no estaba preparada en absoluto para nada y de que era una nulidad en todos los sentidos. ¡Y mucho menos creía que podían existir ángeles en este mundo! Hasta que Martine, con su espejo mágico, zarandeó mi alma narcotizada. Entonces me introduje en su mundo lleno de luz. Descubrí perpleja como sus manos, sus palabras y su energía (sus “lucecitas”, como me gusta llamarles) sanaban sin más, solo con el amor infinito que les infunde. Observé como las personas que entrábamos en su casa salíamos convertidas en otra cosa; cualquier “cosa”, pero siempre mejor que la que había entrado, mucho mejor, increíblemente mejor.
La tarea que ha ejercido durante todos estos años no tiene precio. Somos muchas las personas que hemos sanado cuerpo y alma asistiendo a sus terapias, a sus cursos, a sus talleres, dejándonos querer por esa voz, por esa mirada. Piedras, flores, masajes; son múltiples las herramientas que el universo pone a su alcance para que las utilice, y para que enseñe a utilizarlas a los demás. No deja de encontrar nuevas fórmulas para que la sanación sea más y más eficaz.
Y este libro, fruto de su prodigiosa intuición, es una fórmula excepcional. Es un libro mágico: tal como vas avanzando en la lectura, te vas transformando. Te vas curando. El alma va recibiendo un masaje que es al mismo tiempo suave y enérgico. Como ella.
Deseo fervientemente que esta obra ayude a los lectores tanto como me ha ayudado a mí. Cuando conocí a Martine yo no creía en mi misma. No confiaba en mi potencial. El miedo al fracaso me impedía avanzar y me negaba a aceptar como un regalo las pruebas que el universo ponía en mi vida. Ahora sé que nuestro potencial (el de todos) es infinito y que todo saldrá bien. Tal como tiene que suceder. De ella lo aprendí.
Cuando estaba escribiendo estas líneas, pregunté a un amigo común: “Cómo definirías a Martine?”. No lo dudó. “A parte de ser inteligente, encantadora, con un corazón y una generosidad increíbles, aparte de la seguridad que transmite y de sus inconmensurables ganas de vivir, ha demostrado tener una voluntad y una fuerza sobrehumanas para superar todo lo que ha tenido que pasar”. No añado más comentarios.
Las pruebas que ha tenido y que tiene que afrontar en su vida son enormes, pero no se rebela contra ellas. Simplemente deja fluir. Y así es como ha nacido esta historia, Déjame tus alas: fluyendo. Y con esas alas, continúa ofreciendo su ayuda a quien necesite una herramienta útil y amena para iniciar el necesario despertar.
Pilar López Serra Periodista y fitoterapeuta